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Autores destacados

Rocío Vélez de Piedrahíta


Es miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, tiene una columna quincenal en el periódico El Colombiano. Empezó a escribir crónicas humoristas solo por diversión y al poco tiempo fue llamada por el periódico El Espectador donde publicó crónicas en el Magazine Dominical durante varios años.

Cuando Rocío tenía dos años, sus padres se fueron a Europa con todos sus hijos. A los hermanos mayores los dejaron en un colegio en Londres, y a Rocío la dejaron en un kinder en Brucelas. Cuando regresaron a Medellín Rocío hablaba mejor francés que español, por lo que sus padres tomaron la decisión de entrarla en el colegio La Presentación donde la madre superiora y otra religiosa eran francesas, con el afán de que le ayudaran a conservar el idioma hasta que aprendiera a leer.

Entre sus recuerdos de niña está la imagen de su abuela cuando compartía el dormitorio con ella en las temporadas de vacaciones, y antes de que nade se hubiera levantado tenía la costumbre de leer libros de historia, de arte o de música.

A los diez años Rocío aprendió a tocar piano, bajo la atenta mirada de Ana María Penella, quien era profesora en el Instituto de Bellas Artes. Pero a medida que progresaba en el manejo e interpretación del piano, la exigencia era mucho mayor y no existían profesores calificados para estudiar composición, contrapunto e historia de la música. Pero varios años después recibió clases de nuevo con el maestro Pietro Mascheroni. 

Rocío practicaba incansablemente día y noche para perfeccionarse en la forma de tocar el piano, y tiempo después vio recompensada su dedicación al dar un concierto como solista con la OSDA (Orquesta Sinfónica de Antioquia) en el Teatro Bolívar, el escenario más importante de Medellín, con la obra Koncertstück, para orquesta y piano, del compositor María Von Weber.

Rocío venía de familia de escritores: su padre Gabriel Vélez escribía con asombrosa facilidad poesías de humor, y su abuelo, Lucrecio Vélez, quien firmaba con el seudónimo de Gaspar Chaverra, escribió una novela muy comentada en la época llamada Rara Avis que fue comparada con una de las obras de Tomás Carrasquilla. Su tío Bernardo Vélez, escritor y ensayista, publicaba para diversas revistas del país. Uno de esos libros fue Los falsos apóstoles, un tratado de ideas muy conservadoras sobre Martín Lutero, Karl Marx y otros, que Rocío leyó pero que de ninguna manera influyó en su escritura. Sin embargo, en las incursiones a su biblioteca, recuerda un libro inolvidable en cuya primera página estaba escrito a mano con lápiz: “Manual de cosas pendejas por don Mariano Callejas, corregido y aumentao por su hermano Estanislao”. Se nota pues que el humor ha sido una constante en la familia, y es precisamente la vida, vista bajo el prisma del humor, lo que ha caracterizado parte de la obra de Rocío.
Otro escritor de la familia fue Fernando Vélez, hermano de su abuelo, quien escribió un estudio sobre el Código Civil Colombiano, impreso en París, que consta de 9 volúmenes, el cual acaba de ser reeditado y es todavía obra de consulta. Por el lado de su madre, Lía Restrepo de Vélez hija de Camilo C. Restrepo, la influencia no fue menor, ya que fue ganadora de un concurso de cuento con la obra Pobre Lolín, basada en la vida y aventuras de un gato, en el que don Tomás Carrasquilla fue jurado.

Para Rocío, escribir era una pasión que disfrutaba. Su debut en letras de molde fue a partir del matrimonio de su prima Inés Echavarría, cuando escribió una crónica sobre el primer año de una recién casada que tituló: Consejos a una novia, la cual leyó en una de las reuniones de despedida de soltera. He aquí una muestra de la crónica:
“Entre las cosas imprevistas que suceden a las novias están las costumbres del marido que el novio ocultó: natilla en julio, consomé al algo, té a la comida, corn flakes con jugo de moras, la sábana sobre la cobija, jabón de barba del que no dejan importar, pasta de dientes “de la otra”, la sopa fría, la ensalada al horno…
Todo marido está suscrito a una revista muy interesante que quiere conservar, de la cual no lee sino un artículo y que deberás guardar por cinco o seis años. Tú, procura estar suscrita al menor número de revistas y tener el menor número de papeles…
Por papeles se entiende un sinfín de papelitos de formas y colores variados que al marido no le sirven, que más bien le estorban, pero que no permite que se boten. El de aspecto más infeliz es el más importante y el que se pierde es siempre el que se necesitaba… Pasarás tardes enteras buscando „un papelito como verde, de regular tamaño que puse aquí hace dos meses con mucho cuidado‟.
El cuarenta por ciento de lo que se va a dañar en tu vida, desaparece en el primer año. Al final de ese año, tu vajilla no tendrá doce de nada, ni salsera; la sopera no tiene orejas, al azucarero le falta la tapa. La ley de la gravedad es inflexible con los tintos. A las porcelanas les falta: el pie a la bailarina, el arco a Diana, el pico al pájaro y la cola al perro. Debes mantener a la mano un tubito de cemento Ducco y en ese primer año pegar marcos, ceniceros, orejas, platos, vasos y floreros. Después resuelves qué dejas y qué botas; por lo pronto, remienda.”
La crónica gustó tanto y causó tal hilaridad, que una amiga
de sus primas que estaba entre los invitados y dirigía la Página Femenina en El Colombiano, le pidió permiso para publicarla, a lo que ella accedió con la condición de cambiar los nombres.

En el año 1959 la Editorial Bedout publicó un primer tomo con el título Entre nos, con carátula de su prima Margarita Echavarría, que contenía las siguientes crónicas:
  • El ideal de la vida cara
  • Tome su jabón y deme el mío
  • De cigüeñas la tímida bandada
  • Hijo de tigre
  • Si gobernásemos las mujeres
  • De tus entrañas soy pedazo
  • Cultura al cuatrocientos veinte
  • Al que le caiga el guante
  • De la misa la media
  • Un caballero de antaño
  • La bella y el monstruo
  • Consejos a una novia
  • Matrimonio y mortaja
  • Perdone, me equivoqué
  • Comida con señoras
  • El día más feliz de la vida
  • Carta abierta a los galenos
  • Infarto
  • Los que van a morir te saludan
  • Marecilla
  • La Hermana Chiquinquirá.
La crónica Tome su jabón y deme el mío, es un retrato jocoso sobre los regalos de Navidad, las prisas de la época y lo inútil de ciertos presentes que las damas prefieren guardar para regalar a otra amiga, donar a un bazar o tirar directamente a la basura.

En el año de 1973, salió el segundo tomo de Entre nos, publicado por la Editorial Gamma con carátula e ilustraciones de Gustavo Lalinde, que contenía las siguientes crónicas:
  • La torre de Babel
  • El refresquito
  • De la Habana ha venido un barco cargado de…
  • Variaciones sobre un tema litúrgico
  • ¿Quién tiene la vía?
  • Mens sana in corpore sano
  • Sociedad sin ánimo de lucro
  • Julito ganó el año
  • La rata rara
  • La isla
  • Solemne reapertura
  • Los presidenciables
  • Cuatro mujeres y el voto libre
  • El abstencionismo
  • Clase de literatura
  • El misterio de la parapsicología al alcance de todos
  • Miserere
  • Contribución a la campaña mundial contra el hambre
  • ¿Y del acompañante qué?
  • Madres de hijos en paro, ¡uníos!
  • El milagro de Lucho
  • El pesebre de Trina
  • San Nicolás de Bari.
Una de las grandes pasiones de Rocío Vélez de Piedrahíta es la literatura infantil. Podría decirse que esta afición tuvo su origen gracias a los cuentos que su madre le compraba cuando era niña. Un tiempo después esta afición se tornó en algo más serio cuando leyó dos tomos de los cuentos de Andersen y quedó deslumbrada con su poesía y su prosa.
Consciente de la labor pedagógica que podía hacerse desde una lectura bien orientada, se propuso estudiar a fondo Literatura Infantil. Fue así como escribió las adaptaciones de tres cuentos de América Latina: La cucarachita Martínez, La flor de Lilolá, y De cómo crecieron las orejas al conejo, con ilustraciones de Santiago Correa, volumen que incluía otras tres adaptaciones de Natalia Pikouch, para la Fundación Ratón de biblioteca, un programa de promoción y animación de lectura, con el ánimo de hacer pequeñas transformaciones en la vida de los niños de bajos recursos de Medellín, y de llevarles felicidad, bienestar y formación integral a través del arte y el juego.

De esta experiencia como cuentista, surgió otra actividad no menos interesante: dictar varios cursos sobre Literatura Infantil en el Museo El Castillo y en el Antiguo Museo de Zea. Su prestigio en ese campo había trascendido y fue por eso que la Universidad de Antioquia la llamó en 1977 para que dictara otros cursos dentro de un Seminario Latinoamericano de Literatura Infantil. Una de las tareas que tenía como docente, era cambiar la idea de que la literatura infantil, por ser para niños, no se ocupa sino de temas insulsos, y crear de paso la conciencia sobre la forma como el lenguaje de los cuentos infantiles es un abrebocas para que los niños puedan sumergirse más tarde en la lectura de los clásicos.


En 1983 la Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia publicó el libro Guía de literatura infantil, del que salieron varias ediciones. En este tratado se hace un análisis profundo sobre los inicios de la literatura para niños, su evolución a través de las diferentes épocas, y la necesidad de contar a los niños cosas interesantes que vayan paralelas a su formación y crecimiento intelectual. Pero sobre todo, en este tratado la autora hace un énfasis especial en la forma como al final del cuento infantil deben prevalecer el bien sobre el mal y el valor de la inteligencia sobre la fuerza. Otra faceta muy importante en la literatura para niños, es la de saber diferenciar los mitos de la literatura fantástica y saber catalogar las diferentes edades para que el cuento resulte adecuado a cada una de ellas.
Rocío Vélez empieza su tratado de literatura infantil con un breve repaso sobre este género en diferentes épocas y países.

Meses más tarde de haber salido la primera edición de Guía de Literatura Infantil, la Editorial Norma publicó una nueva versión de este libro con carácter más universal, el cual fue texto de referencia en la Universidad Santo Tomás de Bogotá durante varios años.

La calidez y la prosa de Rocío Vélez la acercaban a todo tipo de público y este talento innato era digno de conocerse y aprovecharse. Tal vez por este motivo, la Secretaría de Educación de la Gobernación de Antioquia le hizo la propuesta de realizar una gira por diversos pueblos del departamento para dictar una serie de conferencias sobre cómo desarrollar el gusto por la lectura.
Durante aquellos viajes, la escritora pudo darse cuenta de la carencia de materiales en aquellos lugares lejanos cuyos maestros debían realizar toda suerte de milagros, sin libros, ni bibliotecas, ni casa de cultura.

Una de estas excursiones fue al municipio antioqueño de El Bagre, a donde llegó en avioneta; le dijeron que iban a recogerla en un transporte especial, pero su sorpresa fue grande cuando vio que llegaba por ella la directora del colegio en una especie de moto doble con un pequeño portapaquetes adelante. Rocío un tanto asombrada por el recibimiento, puso sus libros y cuadernos en el portapaquetes y se montó en el vehículo, al tiempo que la directora decía:

— ¡Levante los pies, que vamos a arrancar!

La jornada comenzaba muy temprano en la mañana y los alumnos llegaban de los pueblos y caseríos vecinos. De esta experiencia nació una idea: propuso al periódico El Colombiano la publicación de una página de literatura con el fin de suministrar material de trabajo a los profesores de poblaciones sin recursos. Empezó entonces una serie de publicaciones con poesías y cuentos sobre los clásicos españoles y latinoamericanos por espacio de dos años.

Una de las cosas que enorgullecen a Rocío Vélez de Piedrahíta es haber sido la inspiradora del Concurso de Cuento Infantil patrocinado por Enka de Colombia. A raíz de la publicación de un artículo suyo sobre los 300 años de Medellín, en el que comentaba la falta de estímulo a la literatura en la ciudad, la llamó el doctor Jaime Cadavid quien después se convertiría en el verdadero motor de este concurso, para invitarla a participar en ese programa. Este concurso, que tenía un gran premio en efectivo y una exigencia mínima de cincuenta páginas, permitió que varios escritores se dieran a conocer y se proyectó a toda América Latina.
En Europa, la reina Fabiola de Bélgica y la reina Margarita de Dinamarca se vincularon afectivamente y durante varios años el concurso otorgó premios en efectivo y publicó los cuentos ganadores. La experiencia de ser jurado le sirvió para comprobar el gran talento de los escritores colombianos, pero le demostró además que Colombia es un país de zonas, con elementos muy marcados en su cultura.

La experiencia de ser jurado también le sirvió para darse cuenta del poco estímulo que existe para la literatura infantil. Varios años más tarde, por un cambio en las directivas de la empresa, el concurso se vino a menos hasta que finalmente desapareció, con el consiguiente perjuicio para la literatura infantil que casi nadie volvió a escribir. Sin embargo, Rocío piensa que los concursos son buenos y necesarios, en la medida en que imponen al escritor la presión de terminar la obra para una fecha definida.

Fuentes:
Producto del II Programa Medellín, las Mujeres y las artes 2010.


Los Hermanos Grimm



Jacob Grimm (Hanau, actual Alemania, 1785-Berlín, 1863) y Wilhelm Grimm (Hanau, 1786-Berlín, 1859). Cuentistas y filólogos alemanes. Conocidos sobre todo por sus colecciones de canciones y cuentos populares, así como por los trabajos de Jacob en la historia de la lingüística y de la filología alemanas, eran los dos hermanos mayores de un total de seis, hijos de un abogado y pastor de la Iglesia Calvinista.

Siguiendo los pasos de su padre, estudiaron derecho en la Universidad de Marburgo (1802-1806), donde iniciaron una intensa relación con C. Brentano, quien les introdujo en la poesía popular, y con F. K. von Savigny, el cual los inició en un método de investigación de textos que supuso la base de sus trabajos posteriores. Se adhirieron además a las ideas sobre poesía popular del filósofo J.G. Herder.

Entre 1812 y 1822, los hermanos Grimm publicaron los Cuentos infantiles y del hogar, una colección de cuentos recogidos de diferentes tradiciones, a menudo conocida como Los cuentos de hadas de los hermanos Grimm. El gran mérito de Wilhelm Grimm fue el de mantener en esta publicación el carácter original de los relatos. Siguió luego otra colección de leyendas históricas germanas, Leyendas alemanas(1816-1818). Jacob Grimm, por su parte, volvió al estudio de la filología con un trabajo sobre gramática,La gramática alemana (1819-1837), que ha ejercido gran influencia en los estudios contemporáneos de lingüística.

En 1829 se trasladaron a la Universidad de Gotinga, y de ésta, invitados en 1840 por el rey Federico Guillermo IV de Prusia, a la de Berlín, en calidad de miembros de la Real Academia de las Ciencias. Allí comenzaron su más ambiciosa empresa, el Diccionario alemán, un complejo trabajo (del que editaron solamente el primer volumen) que ha requerido muchas colaboraciones y no se concluyó hasta comienzos de la década de 1860.

Los cuentos de los hermanos Grimm

Los Cuentos infantiles y del hogar fueron publicados entre 1812 y 1822, en tres volúmenes. La colección de cantos populares El cuerno maravilloso del niño, de Armin y Brentano, dieron a los hermanos Grimm la idea de preparar una colección de cuentos populares. Según propósito de los Grimm, esta obra había de ser sobre todo un monumento erigido a la literatura popular, un documento que recogiese de boca del pueblo lo poco que se había salvado de la gran producción medieval germánica y que constituía la tradición nacional que suponían perdida.

Sus fuentes principales fueron, además de los recuerdos de su propia infancia y de la de sus amigos, la gente sencilla del pueblo que ellos iban interrogando y, sobre todo, Cassel, la hija del farmacéutico Wild, que repetía las historias oídas en su infancia de boca de la "vieja María".

Al transcribir estos cuentos procuraron conservar fielmente no sólo su trama sino también el tono y las expresiones de que aquellas personas se servían, efectuando así en esta esfera una obra casi sin precedentes, porque literatos como Musäus y otros hasta entonces se habían servido de los cuentos populares como estructura para engarzar en ellos divagaciones morales o alusiones poéticas y literarias.

Sólo en una segunda época se aprovecharon también de fuentes literarias como Lutero, Hans Sachs, Moscherosch o Jung-Stilling, pero esforzándose por hallar bajo las variaciones y los embellecimientos literarios la primitiva ingenuidad de trama y de estilo (proverbios, repeticiones), guiados sobre todo por su instinto poético.

Se ha dicho que estos cuentos se han vuelto verdaderamente populares por medio del libro de los hermano Grimm. Lo cierto es que ellos supieron darles tanta frescura que pocos libros hacen revivir de inmediato la misteriosa y profunda intimidad de la naturaleza germánica, permitiendo sentirla con el espíritu con que a ella acude el pueblo alemán.

Las fábulas contienen casi siempre una verdad objetiva, una lección práctica, siempre aventajada, sin embargo, por la inspiración genuina de la poesía popular. Forman parte de esta colección de más de doscientos cuentos, entre los que figuran narraciones tan famosas como Blancanieves, La Cenicienta,Pulgarcito, Juan con suerte, Leyenda de los duendecillos,La hija del molinero, Caperucita Roja, Rabanita, En busca del miedo, Los músicos de Bremen o Barba Azul.

Aunque según la idea de sus compiladores esta obra no estaba destinada a ser un libro infantil, Goethe, apenas la hubo leído, escribió a Stein que estaba escrita "para hacer felices a los niños", y puede considerarse como un gran acontecimiento literario de principios del siglo XIX alemán, porque desde entonces se convirtió en el libro de la juventud alemana, con el cual generaciones y generaciones formaron su alma.

La obra dio lugar a una polémica de cierta importancia con Brentano y con Arnim. Los dos poetas, que habían precedido de modo muy diverso que los Grimm en su colección de cantos populares, refundiéndolos formalmente, hallaron desaliñada y pobre la redacción de estos cuentos. Ello se debió a que, mientras Arnim y Brentano no distinguían entre poesía popular y poesía artística y reconocían para una y otra los mismos derechos, los Grimm creían que la segunda no podía sino esforzarse (aunque siempre inútilmente) por parecerse a la primera, la cual, representada por las grandes epopeyas o por los cuentecitos, era infinitamente superior y estaba dotada de una fuerza poética metafísica anterior a la misma humanidad.


Hans Christian Andersen


(Odense, Dinamarca, 1805 - Copenhague, 1875) Poeta y escritor danés. El más célebre de los escritores románticos daneses fue hombre de origen humilde y formación esencialmente autodidacta, en quien influyeron poderosamente las lecturas de Goethe, Schiller y E.T.A. Hoffmann.

Hijo de un zapatero de Odense, su padre murió cuando él contaba sólo once años, por lo que no pudo completar sus estudios. En 1819, a los catorce años, Hans Christian Andersen viajó a Copenhague en pos del sueño de triunfar como dramaturgo. La crisis que vivía el reino a raíz de las duras condiciones del tratado de paz de Kiel y su escasa formación intelectual obstaculizaron seriamente su propósito.

Sin embargo, con la ayuda de personas adineradas, logró estudiar, y en 1828 obtuvo el título de bachiller. Un año antes se había dado a conocer con su poemaEl niño moribundo, que reflejaba el tono romántico de los grandes poetas de la época, en especial los alemanes. En esta misma línea se desarrollaron su producción poética y sus epigramas, en los que prevalecía la exaltación sentimental y patriótica.

El escaso éxito de sus obras teatrales y su insaciable curiosidad lo impulsaron a viajar por diversos países, entre ellos Alemania, Francia, Italia, Grecia, Turquía, Suecia, España y el Reino Unido, y a anotar sus impresiones en interesantes cuadernos y libros de viaje (En Suecia, En España).

En 1835, ya de regreso en su país, alcanzó cierta fama con la publicación de su novela El improvisador, a la que siguieron en los años siguientes O.T. y Tan sólo un violinista, entre otras, piezas teatrales comoEl mulato y una autobiografía, La verdadera historia de mi vida.

Durante su estancia en el Reino Unido, Andersen entabló amistad con Charles Dickens, cuyo poderoso realismo, al parecer, fue uno de los factores que le ayudaron a encontrar el equilibrio entre realidad y fantasía, en un estilo que tuvo su más lograda expresión en una larga serie de cuentos. Inspirándose en tradiciones populares y narraciones mitológicas extraídas de fuentes alemanas y griegas, así como de experiencias particulares, entre 1835 y 1872 escribió 168 cuentos protagonizados por personajes de la vida diaria, héroes míticos, animales y objetos animados.

Dirigidas en principio al público infantil, aunque admiten sin duda la lectura a otros niveles, los cuentos de Andersen se desarrollan en un escenario donde la fantasía forma parte natural de la realidad y las peripecias del mundo se reflejan en historias que, no exentas de un peculiar sentido del humor, tratan de los sentimientos y el espíritu humanos.

En la línea de autores como Charles Perrault y los hermanos Grimm, el escritor danés identificó sus personajes con valores, vicios y virtudes para, valiéndose de elementos fabulosos, reales y autobiográficos, como en el cuento El patito feo, describir la eterna lucha entre el bien y el mal y dar fe del imperio de la justicia, de la supremacía del amor sobre el odio y de la persuasión sobre la fuerza; en sus relatos, los personajes más desvalidos se someten pacientemente a su destino hasta que el cielo, en forma de héroe, hada madrina u otro ser fabuloso, acude en su ayuda y la virtud es premiada.

La maestría y la sencillez expositiva logradas por Andersen en sus cuentos no sólo contribuyeron a la rápida popularización de éstos, sino que consagraron a su autor como uno de los grandes genios de la literatura universal.



Charles Perrault



Hijo de burgueses acomodados, tuvo una buena infancia, empezando sus estudios en 1637 en el Colegio de Beauvais, que dejará en 1643, para estudiar derecho. Al parecer fue un estudiante despierto que tenía gran facilidad para las lenguas muertas.

Recibe su título de abogado en 1651.

En una vida tan dedicada al estudio, dejándole escaso margen a la fantasía, resulta sorprendente que Perrault, un nombre que siempre asociamos a la Caperucita Roja o a La bella durmiente del bosque, muestre veleidades literarias cuando en 1661, escribe su primer libro Los muros de Troya, según se puede apreciar, nada infantil, ya que a lo largo de su burocrática y aburrida existencia de funcionario privilegiado, lo que más escribió fueron odas, discursos, diálogos, poemas y obras que halagaban al rey y a los príncipes, lo que le valió llevar una vida regalada colmada de honores, que él supo aprovechar.

Hombre indudablemente hábil y con un notorio sentido práctico, recibe la protección de su hermano mayor Pierre y en 1654 es nombrado funcionario para trabajar a las órdenes de éste que es Recaudador General.

En 1663 su posición mejora ya que asciende cambiando de jefe, que es esta ocasión es Colbert, el famoso consejero de Luis XIV, y en 1665, sigue progresando en su categoría laboral al convertirse en el primero de los funcionarios reales, lo que le significa grandes prebendas.

Su buena fortuna la hace extensiva a sus familiares, consiguiendo, en 1667, que los planos con los que se construye el Observatorio del Rey, sean de su hermano Claude.

En 1671 es nombrado académico, y al año siguiente, en el que contraerá matrimonio con Marie Guichon, es elegido canciller de la Academia y en 1673 se convierte en Bibliotecario de la misma.

Ese mismo año viene al mundo su primer hijo, una niña, y luego, en el intervalo que va desde 1675 a 1678, le nacen tres hijos más y su esposa fallece después del nacimiento del último.

En 1680, Perrault tiene que ceder su puesto privilegiado de primer funcionario al hijo de Colbert.

A este sinsabor vienen a añadirse más tarde otros de carácter literario-erudito, como la célebre controversia que dura nueve años, empezando en 1688, y que le distancia de Boileau, a propósito de una divergencia de opiniones que se traducen en su obra crítica: Paralelo de los Ancianos y de los Modernos en el que se contemplan las Artes y las Ciencias.

Luego Boileau y Perrault firmarían la paz.

De todas maneras, estos problemas no significan que la buena estrella de Charles Perrault declinase, ni mucho menos; fueron sólo pequeños escollos en su camino.

El ilustre autor escribió un total de 46 obras, ocho de ellas publicadas póstumamente, entre las que se halla Memorias de mi vida. Menos los cuentos infantiles, toda su obra la componen loas al rey de Francia en su mayoría, ya que Perrault jamás luchó contra el sistema, lo cual le facilitó la supervivencia en una Francia muy convulsionado políticamente y en la que los favoritos caían como las cerezas maduras.

Ahora bien, de esas 46 obras, resulta singular que sean Los Cuentos de Perrault o Cuentos de mi madre la Oca -publicados en 1697-, los que hayan vencido al tiempo llegando hasta nosotros con la misma frescura y espontaneidad en que un lejano día fueran escritos, después de recopilados de la tradición oral o de leyendas de exótico origen. Cuentos morales, indudablemente, pero llenos de un encanto que perdura y que hace que nos preguntemos, recorriendo la vida gris del escritor, cómo es posible que esas pequeñas y deliciosas historias, narradas con un lenguaje sencillo, pudieran germinar en tan árido entorno -haciéndonos olvidar sus odas y sus poemas, oportunistas mal que nos pese-, para continuar siendo, a través de los años, las lecturas favoritas de nuestra infancia.

Monsieur Charles Perrault dejó este mundo, entre el 15 y el 16 de mayo de 1703, en París donde había nacido, muy afectado en su vejez por la muerte de su hijo pequeño en el campo de batalla, pero su memoria sigue vigente entre nosotros y mientras haya un niño pequeño al que se le puedan leer sus cuentos, el escritor que recreó Las hadas, Riquete el del Copete, Pulgarcito, Caperucita Roja, La Bella durmiente del Bosque, Barba Azul, Piel de Asno, Cenicienta y El Gato con Botas, seguirá vivo, acompañándonos.

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